El aire de México está en llamas. Del 1º al 10 de noviembre de 2016 se llevará a cabo la elección del próximo Secretario General de la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación de México (ASSA), pero el ambiente electoral está sumamente enrarecido y caliente.

Hay que decirlo sin rodeos: los gobiernos de izquierda de la Ciudad de México, han sido muy incompetentes en cuanto a la política medioambiental y de gestión hídrica. Y sin duda que el gobierno de Mancera se lleva las peores notas, porque su gestión descansa en gran medida en lo que ya realizaron sus antecesores, lo que debería permitirle mayor margen de innovación en dicha política.

La posición de la feminista Marta Lamas con respecto a la iniciativa del Senador Jorge Luis Preciado (PAN), me parece retrógrada y lamentable frente a todo lo avanzado por el liberalismo.

La esencia de nuestro avance como especie en evolución, sobre todo desde que entramos en la Modernidad, ha sido la inteligencia, el mérito, el talento, la habilidad, el esfuerzo, la competencia. Y todos estos valores caen heridos de muerte cada vez que las feministas logran imponer sus nefastas “cuotas de género” que, como ya lo he dicho arriba, son abyectos monumentos a la mediocridad y al atraso.

La diputada de MORENA, Gabriela Rodríguez, es un claro ejemplo de lo que se conoce como feminazismo: con base en un claro espíritu totalitario, Gabriela Rodríguez determinó, desde su cielo dogmático, lo que las edecanes deben o no deben considerar como “ofensivo y denigrante” para ellas mismas. El fanatismo ideológico de Gabriela Rodríguez se ha impuesto al criterio individual de todas esas mujeres de carne y hueso conocidas como “edecanes”. Totalitarismo y dogmatismo puros, al estilo del régimen nazi.

Sí, por supuesto que hay que indignarnos por la inseguridad pública que, a veces, se traduce en muertes violentas, como la de Lucía. Pero no nos quedemos en esto y luchemos por implantar dos medidas que, sin duda alguna, servirán para enfrentar y contener de mejor manera la inseguridad pública que sufrimos todos: la legalización de todas las drogas y el fortalecimiento de nuestro derecho a la posesión, la portación y el uso de armas para la auto-protección y la legítima defensa.

En torno al “machismo” la mitología feminista ha construido un discurso falso, según el cual todas las mujeres han sido y son las víctimas por antonomasia de la violencia cósmica aglutinada a lo largo de toda la historia de la humanidad; violencia que, obviamente, han ejercido y ejercen los varones. Existe, pues, una actitud sistemática de prepotencia y de violencia de los varones hacia las mujeres. Eso se dice. Pero sólo se trata de un discurso con fines políticos para gente de escasas luces intelectuales. Ideología barata, pues.

Sólo se ha demostrado que Trump ha utilizado su fama y su dinero como armas de seducción con respecto a las mujeres que se suelen mover en sus círculos de conveniencias mercantiles; y lo ha hecho buscando siempre su beneficio sexual. Y no dudemos que muchas mujeres han usado sus golosos cuerpos sexuados para complacer al magnate a cambio de beneficios materiales, tal como sucede también dentro de la “reprobable” prostitución y del “sacrosanto” matrimonio.

Nuestra “ciudad de vanguardia” carece de una sólida y correcta regulación de la prostitución. ¿Por qué? ¿Por qué la “ciudad de izquierda” se ha caracterizado por su gazmoñería y conservadurismo en esta materia? ¿Por qué sigue habiendo tanta gente estúpida a la que le incomoda la idea de que existen personas que generan su ingreso cotidiano a través de la venta de servicios sexuales?

Hay que aplaudir el ingenio empresarial: eso de aplicar las tecnologías de la información y la comunicación para vincular de forma rápida y eficaz a los oferentes y a los demandantes del servicio, merece una calurosa felicitación. ¿Pero por qué quedarnos ahí? ¿Por qué estancarnos si se pueda avanzar más para, incluso, eliminar la intermediación parasitaria de empresas como Uber y Cabify?